JHArchivosHistoricosSu Revista Barrial. Sitio web histórico y referido a Villa del Parque, Ciudad de Buenos Aires.
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EL ANTIGUO CASTILLO DEL BARRIO
PARTE XXIX
TRAGEDIA Y MISTERIO EN SU HISTORIA
LA ILUMINACIÓN DEL BARRIO EN LOS ALBORES DEL SIGLO XX
Allá por la lejana primera década del siglo XX Villa del Parque, carecía como en otras zonas de la gran Capital de una adecuada iluminación callejera. En esos tiempos el barrio presentaba amplios sectores con escasa edificación. Enormes baldíos cruzados por algún arroyo, zanjones y altos pastizales eran paisajes comunes. También existían grandes parcelas ocupadas por quintas de verduras que con el correr del tiempo fueron sustituídas por importantes emprendimientos dedicados a la fabricación de ladrillos. Para tal fin se instalaron; Estebaren, Canziani y Pietra.
En las calles que formaban el entorno de la estación del ferrocarril, se habían colocado en el medio de cada cuadra, y en casi todas las esquinas, románticos y pintorescos faroles alimentados a querosén, cuyas figuras en muchas ocasiones pasaron a ilustrar las carátulas de una buena cantidad de tangos criollos. En horas del crepúsculo, especialmente en aquellas jornadas opacas y sombrías del invierno, era posible ver llegar a un trabajador municipal ataviado con un conocido uniforme gris oscuro y con una gorra con una visera del mismo color. Venía provisto de una liviana y frágil escalera de una sola “hoja”. Este obrero se encargaba de efectuar un determinado recorrido con el objeto de proveer de luz a las arterias del barrio. El citado “Farolero”, además de su escalerilla era portador de un adecuado recipiente, que contenía el combustible necesario para recargar todos los faroles a su cargo. Luego en horas de la mañana, cuando todavía no habían desaparecido totalmente las últimas sombras de la noche, él aparecía nuevamente apagando esa iluminación mortecina que encendiera en la víspera y desaparecía perdiéndose en la claridad del amanecer.
En algunas oportunidades, chiquilines traviesos, o eventuales parejas de enamorados y también solitarios “chorros” de gallinas, se adelantaban al servidor público eliminando la tenue y amarillenta luz de aquella precaria iluminación.
En muchos hogares parquenses de esos años no existía la electricidad. Ese elemento de progreso no era patrimonio de todo el vecindario, privilegio solo disfrutado por una mínima parte de los pobladores de Villa del Parque. El resto utilizaba el carburo, una combinación química del carbono que disuelto en agua en un recipiente provisto de una fina boquilla, ésta transportada el gas producido hasta su punta la cual se encendía, brindando una luz blanca de gran luminosidad.
UN TREN FANTASMA
Transcurría la fría madrugada del día 2 de abril de 1917, se cumplían exactamente seis años del conocido y luctuoso accidente. En esa oportunidad el vecino don Tomás Espinosa convocó a varios compatriotas de la República Oriental del Uruguay, especializados en investigaciones de fenómenos paranormales. La delegación estaba compuesta por los señores: Juan Tozzí, Emeterio Sánchez, Pedro Zocchi, Pascasio y Félix Pío, Luis Ladosse, Miguel Campagnone y el Rvdo. Padre Luis Deubaldo.
En la fecha y hora indicada partieron desde Av. Tres Cruces y Orán (Av. Francisco Beiró y Emilio Lamarca). Llevaban ofrendas florales para depositarlas sobre las vías en le mismo lugar de la tragedia, como un modesto pero sentido homenaje en memoria de las víctimas: Lucía y Angel.
Iniciaron el recorrido desde la nombrada esquina siguiendo por la avenida hasta su intersección con la calle Campana, continuaron por ésta, y al llegar a su cruce con San Roque (José Pedro Varela), advirtieron que una formación de vagones de pasajeros aparecía estacionada en el sitio donde había ocurrido el triste suceso. Las luces de los coches estaban encendidas. Todos atribuyeron esa detención a un eventual desperfecto de la locomotora, aunque algunos, luego, opinaron que podría tratarse de un posible e inesperado obstáculo sobre los rieles, o también otra infortunada catástrofe. Realmente las posibilidades eran varias, tantas como las dudas.
La comitiva continuó avanzando, la zona totalmente oscura parecía más desolada que nunca, nadie a esa hora transitaba por esas calles solitarias. El silencio era absoluto y hasta parecía amenazante, Una sola persona tal vez no se atrevería a caminar por esos sitios lúgubres por su escasa iluminación, y las leyendas de fantasmas y aparecidos que se contaban entre sí los habitantes del barrio.
Cuando el grupo llegó frente al castillo, se pudo observar que el tren se puso en movimiento y muy lentamente se dirigía hacia la estación de Villa del Parque. Ya junto a las vías nadie volvió a ver a la formación ferroviaria que segundos antes aparecía nítidamente a los ojos de los presentes. Aún imprimiendo gran velocidad, la locomotora no pudo desaparecer del lugar tan rápidamente con sus vagones y hacer invisible su imagen. Esa posibilidad era totalmente imposible y por lo tanto descartable. Luego del breve acto ya previsto sobre las vías férreas, y poseídos de una comprensiva intriga y deseosos de investigar lo sucedido se dirigieron a las oficinas de la estación parquense. Los empleados dijeron que no había pasado ningún tren hacia Retiro en más de media hora, además, la gente que esperaba viajar y ocupaba en esos momentos al andén de la vía cuatro, tampoco vieron pasar en dirección a la estación terminal la formación ferroviaria alguna. Este caso insólito y misterioso no fue como puede pensarse una simple leyenda urbana; realmente sucedió al cumplirse el fatídico aniversario, ante la vista de aquella recordada comitiva. Estos hechos escalofriantes, tenebrosos, que la historia nos trasmite, se los interpreta producidos por las almas de quienes alguna vez transitaron por esos lugares.
Continuará
ISABELINO ESPINOSA
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