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Idolos del Boxeo
Justo Suárez "El Torito de Mataderos"

Víctor Peralta lo había noqueado consagrándose como el nuevo campeón de su categoría. Un análisis realizado sin pasionismos indicó en aquellos momentos, que "El Jaguar" sumaba escasos méritos por su triunfo, pues le ganó a un boxeador que prácticamente ya estaba derrotado, precisamente a raíz de ese triunfo Víctor Peralta pasó a ser una figura impopular, casi odiada. No se le perdonó nunca haber vencido al más querido de los púgiles nuestros, y por esa causa jamás consiguió la aprobación del público. En cada una de sus posteriores presentaciones era silbado por cierta parte de espectadores, y a pesar de continuar ganando combates no logró entrar en el corazón del simpatizante del boxeo, y adicto a Suárez. Por aquello que en un momento significó una dulce victoria, se transformó en total amargura para "El Jaguar".
Justo Suárez no estaba físicamente en su plenitud cuando sostuvo la comentada pelea. Ya su organismo había comenzado a sufrir algunos trastornos primeramente casi imperceptibles, luego dando señales más agudas. Una extraña fiebre lo empezó a preocupar. Pasó cierto tiempo y los diagnósticos médicos indicaron que estaba incubando una cruel enfermedad, incurable por ese entonces; la tuberculosis. Su corazón ya estaba malherido por una falla sentimental, y luego llegaba aquella impiadosa patología que fue desmoronando su cuerpo de atleta.
Por esa razón los médicos de aquella época aconsejaron al famoso deportista cambiar el clima húmedo de Buenos Aires, por otro más benigno como el de la provincia de Córdoba, y en una clínica adecuada comenzar un tratamiento con vistas a una pronta recuperación, y luego decidir sobre la posibilidad de retornar a la práctica de su rudo deporte.
Suárez aceptó la propuesta y se trasladó con mucha fe y confianza a la localidad cordobesa de Cosquín, iniciando con gran optimismo una nueva etapa de su vida.
Transcurría el año 1933, y en cierta ocasión fue a visitarlo su amigo Ricardo Lorenzo (Borocotó), destacado periodista de la revista deportiva "El Gráfico" que escribió poco después en sus páginas, aquel emotivo encuentro, manifestando en su nota que el "Torito" recordaba a menudo su pasado en el boxeo. Evocaba, aquel combate frente al norteamericano Billy Petrolle: "Fui confiado a darle la mano, y él me colocó un derechazo. No me pude reponer en toda la pelea ni sé lo que pasó en ella.." También no olvidaba quién en su carrera pugilística le había dado el golpe más duro: "Hilario Martínez fue quién me dio la 'piña' más fuerte, me agarró de lleno en la mandíbula y sentí un dolor bárbaro. Tuve la suerte de haber lanzado mi izquierda, casi en el momento que me pegaba, y pude 'calzar' a Martínez y lo tumbé". "Esa fue mi salvación, al tiempo que yo recibía el golpe, él caía. De no haberlo tomado tan bien, quién sabe lo que hubiese ocurrido.."
Don Ricardo Lorenzo en aquella entrevista había notado en Justo Suárez, sus enormes deseos de volver al boxeo, pues quería de manera obsesiva una revancha con su vencedor Vírctor Peralta, soñaba con esa oportunidad. Quizás aún no había tomado conciencia de su verdadero estado físico. Se entrenaba con entusiasmo y fervor durante su internación en Córdoba. A cuantos se le acercaban, les trasmitía sus anhelos, sus ambiciones, esas incontenibles ansias de regresar al cuadrilátero, y ser el campeón que soñó siempre. Demostraba amargura y decepción cuando alguien de su amistad no compartía sus puntos de vista.
Cuando hablaba con los facultativos que lo atendían transmitía seguridad en su forma de pensar, creía fervientemente en su retorno, y hasta los rivales que podría vencer mediante una buena preparación física. Manifestaba siempre que se sentía fuerte y capaz y ue dudaba de quienes decían que tenía una enfermedad pulmonar, y como errar es humano, admitía que bien podían haberse equivocado. "Tengo radiografías que apoyan lo que digo", afirmaba esperanzado.
Llegó el momento de su regreso a Buenos Aires, tal vez con cierta recuperación debido al intenso tratamiento recibido y como sus aspiraciones se mantenía intactas, concurría al gimnasio con envidiable entusiasmo para presentarse de la mejor forma en reaparición.
Sin embargo, más allá de sus deseos deportivos, en aquel lejano 1935 Suárez tenía otras urgencias. Agudos problemas sentimentales habían destruido su fe y evaporado su dinero, en no de los momentos más tristes de su vida. Fue entonces cuando aparecieron quienes inescrupulosamente, y con un vergonzoso criterio comercial, trataron de alentarlo para que continuase su carrera boxística. Sabían de la situación financiera del "Torito", y además estaban seguros que aceptaría porque de esa manera continuaría desempeñándose en su deporte favorito.
Continuará
Isabelino Espinosa

 

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